martes, 1 de febrero de 2011

NI MASCULINO - NI FEMENINO PARTE

La consciencia no es ni masculina ni femenina, porque no le pertenece al cuerpo; está suspendida por encima del cuerpo.

La gente viene a mí y me pregunta: “¿Dónde está localizada la consciencia?”. No puede localizarse, porque no forma parte del cuerpo. Está suspendida en algún lugar por encima de ti. No se encuentra exactamente en el cuerpo, no puede ser ubicada. Y una vez que lo percibas, tú también estás suspendido sobre tu cuerpo. Tú no estás en el cuerpo –este es el significado de la palabra inglesa “éxtasis”. Éxtasis quiere decir estar fuera de uno mismo, ecstasy –estar fuera.

Cuando eres consciente, te vuelves extático. Estás fuera de ti mismo. Te transformas en un observador en las alturas.



No existe una consciencia correcta porque no hay ninguna posibilidad de una consciencia equivocada.

La consciencia es correcta. Por tanto, no preguntes qué es una consciencia correcta, simplemente pregunta qué es la consciencia. La consciencia es simple, muy inocente. Todo el mundo la tiene, por tanto, no es una cuestión de conquista. Ya la posees.

Cuando ves la puesta de sol, ¿no te das cuenta? Cuando ves una rosa, ¿no te das cuenta? Aprecias la bonita puesta de sol, percibes su belleza de la rosa; todo lo que necesitas es poner tu atención en tu consciencia también. Esto es lo único que tienes que añadir, el único refinamiento.

Eres consciente de los objetos. Tienes que ser consciente de tu subjetividad.

Todo el arte consiste en cómo funcionar desde la parte femenina de la mente, porque lo femenino está unido al Todo y lo masculino no está unido con el Todo.
Lo masculino es agresivo, lo masculino está constantemente en lucha –lo femenino está continuamente en rendición, en profunda confianza.

Por eso el cuerpo femenino es tan bello, tan redondo. Tiene una inmensa confianza y una gran armonía con la naturaleza. La mujer vive en profunda rendición –el hombre está siempre peleando, enojado, haciendo esto y aquello, tratando de demostrar algo, intentando llegar a ninguna parte. La mujer es feliz, no intenta llegar a ninguna parte. Pregunta a las mujeres si les gustaría ir a la Luna. Simplemente se quedarán asombradas. ¿Para qué? ¿Con qué motivo? ¿Por qué tomarse semejante molestia?

El hogar es perfectamente válido. La mujer no está interesada en saber qué está pasando en Vietnam, en Corea o en Israel. A lo sumo, le interesa saber qué pasa en el vecindario, o como mucho, en quién se ha enamorado de quién, quién se ha escapado con quién… en los cotilleos, no en la política. Está más interesada en lo inmediato, aquí y ahora, y esto le da una armonía, una gracia.

El hombre está tratando continuamente de demostrar algo, y si quieres demostrar, desde luego que tienes que luchar, competir y acumular.

La experiencia de la infancia es lo que obsesiona a las personas inteligentes durante toda su vida. Quieren volver a tenerla –la misma inocencia, la misma curiosidad, la misma belleza. Ahora es un eco lejano; parece como si lo hubieras visto en un sueño.

Pero toda la religión nace de la infancia, de su obsesionante experiencia de fascinación, de verdad, de belleza, de la vida danzando maravillosamente alrededor. Con el canto de los pájaros, los colores del arco iris, la fragancia de las flores, el niño en lo profundo de su ser sigue recordando que ha perdido el paraíso.

Actuando con consciencia, dondequiera que te encuentres, está el paraíso. Una vez lo hayas aprendido, no preguntarás: “¿Qué es la virtud?”. Preguntarás: “¿Qué es poner atención?”. ¿Qué es la consciencia?”. Cuestionarás: “¿Qué es meditación?” –porque eso hará que estés consciente y alerta.

Lo que trae infelicidad es pecado.
Lo que aporta alegría es virtud.
La consciencia nunca se pierde.
Sencillamente se enreda con el otro, con los objetos.

Así pues, lo primero que hay que recordar es que nunca se pierde, es tu naturaleza, pero puedes enfocarla en cualquier cosa que desees. Cuando te canses de dirigirla hacia el dinero, el poder, el prestigio, y legue a tu vida ese gran momento en el que quieres cerrar los ojos y conducir tu consciencia hacia su propio origen, hacia el punto de donde procede, hacia su raíz –en medio segundo tu vida se transforma.

Y no preguntes cuáles son los pasos a seguir; solamente hay uno. El proceso es muy simple. Solamente hay que dar un paso que consiste en volver hacia dentro.



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